Episodio 131: Chorradas que dicen los apologistas: Quetzalcóatl



Chorradas que dicen los apologistas: Quetzalcóatl

Hay un joven que tenía una página de Facebook llamada Arqueología mormona, pero que desde enero la ha abandonado para, como dice él, “trabajar” para otra página llamada Book of Mormon Central en Español. Tanto en arqueología mormona como en Book of Mormon Central, este joven está obsesionado con el tema de Quetzalcóatl como prueba de que el Libro de Mormón es verdadero.

Uno de los tantos artículos de la página dice:



Este artículo a su vez da un enlace a otro artículo sobre el mismo tema y con puntos similares:

Los habitantes precolombinos ¿sabían de la crucifixión de Cristo?  
Los aborígenes americanos, a través de sus relatos, registrados por cronistas españoles, nos hablan de la crucifixión del “Hijo del Dios creador”.  
Autor: Alvaro Figueroa Z. 
Consideremos solo 3 menciones (de muchas); la de un cronista del tiempo de la llegada de los españoles a América, la de un investigador post conquista y la de un aborigen precolombino, todas apoyando el hecho de que el evangelio había sido predicado mucho antes en la América prehispánica y podremos con seguridad llegar a una conclusión. 
Fray Servando de Mier de la orden de Santo Domingo, cronista español, siempre mantuvo una fuerte posición sobre el conocimiento del evangelio prehispánico, como bien ya desarrollamos en otro artículo publicado en nuestra página. Él comprendía muy bien que Dios tenía un plan determinado en el que claramente se encontraba también el continente americano. En su conocido sermón Guadalupano donde sostiene que el cristianismo era ya conocido por los aborígenes, además agrega :  
"Lo que yo prediqué fue, que la América, no más pecadora que el resto del mundo, entró también en el plan de redención del género humano, y que habiendo Jesucristo mandado a sus apóstoles a anunciarla a toda criatura que estuviese bajo el cielo, en el mundo entero hasta lo último de la tierra..." [1] 
Este cronista español insertó todos sus descubrimientos, en un marco determinado por Dios en donde debía haber un plan para llevar a todos los hombres el evangelio de Cristo, aun antes de ser este continente, descubierto por los europeos. 
Ahora consideremos la opinión del investigador Dr. Peter De Roo que concluye: 
"Que estos indios, y probablemente varias otras tribus análogas, eran cristianos, en el amplio sentido de la palabra, al tiempo del desembarco [de los europeos] en suelo americano difícilmente se puede poner en duda. Ellos conocían y adoraban al Dios eterno, espiritual e inalcanzable, que "causó" o creó los cielos y la tierra, y todo lo que hay en ellos; ellos sabían acerca de la felicidad de nuestros primeros padres que comieron el "fruto gordo" de Edén, y del "mal espíritu" que los llevó a pecar, su desgracia y muerte; y, como ellos estaban familiarizados con las circunstancias de la terrible tragedia, podemos fácilmente deducir que no ignoraban del todo su detalle más importante: la promesa de un Redentor, que constituye la más firme base del cristianismo...” [2] 
La recopilación de estos relatos lleva a De Roo a una postura clara y potente “... estos indios, y probablemente varias otras tribus análogas, eran cristianos”, una afirmación sostenida por la evidencia recolectada durante ya siglos. 
Pero, ¿qué nos podría aportar un aborigen americano de este conocimiento acerca de la vida de Cristo?, cito este antiguo relato registrado por Bartolomé de las Casas: 
“Dicen [los indios de Chiapas] que Eopuco le dio muerte [a Bacab], lo hizo azotar, le colocó una corona de espinas en su cabeza, y lo colgaron con los brazos extendidos en un poste; no queriendo decir que estaba clavado, sino atado; y para explicarlo mejor, el jefe extendió sus brazos. Finalmente murió allí". [3]. 
Quizás podamos imaginarnos la sorpresa que debió significar para los españoles escuchar estos relatos de los indígenas. Se trata de una afirmación demasiado específica y clara para suponer que es solo una coincidencia con la crucifixión de Cristo. En nuestra época es relativamente sencillo comparar cada punto. 
¿Y a qué conclusión podemos llegar? 
Este plan establecido por Dios para que la América antigua conociera de su Hijo y su misión redentora, fue llevado a cabo por personas escogidas; ellos realizaron un trabajo evangelizador y vestigios de este esfuerzo después de miles de años se cristalizan en miles de relatos que nos enseñan que una vez Cristo caminó por estas tierras. 
Y lo más considerable de esto es que este testimonio se encuentra escrito en las páginas del Libro de Mormón.  
Fuentes:
1. Fray Servando de Mier y su sermón guadalupano de 1794.
2. P. De Roo, "Historia de América antes de Colón", vol. 1, pp. 111-112
3. Bartolomé de Las Casas, "Apologética Historia de las Indias", cap. CCXXXV"

Primero que nada, quiero que hablemos un poco sobre el citado P. de Roo, el investigador que supuestamente determinó, basado en “evidencia recolectada durante ya siglos”, que los indios precolombinos eran cristianos. Este material de P. de Roo es del año 1900, y solo un año después, en el periódico The American Historical Review apareció una reseña en la que el autor descarta el trabajo de de Roo diciendo, entre otras cosas, que
Estos bellos volúmenes son un monumento tanto a la laboriosidad del autor así como a su falta de sentido histórico. De hecho, la obra no debe verse tanto como una historia, sino como una polémica en apoyo a la afirmación de que se pueden encontrar en América “vestigios de una cristiandad, la cual evidentemente no fue introducida por los relativamente tardíos norteños”, y como una narrativa de los misioneros católicos romanos tempranos a Groenlandia… Todo esto está discutido extensamente, pero en un espíritu de dogmatismo mezclado con credulidad que tristemente interfiere con cualquier peso juicioso de las autoridades citadas…
Es difícil tomar en serio veleidades tales como estas, y no creemos que serán aceptadas por estudiantes de historia de mentes sobrias que no pertenezcan a la misma persuasión religiosa del autor. Su concepción liberal de lo que constituye evidencia puede ser inferido de su sugerencia de que “sea establecido un museo de antigüedades americanas” que contengan “crucifijos antiguos, cruces y libros cristianos y reliquias descubiertas o que puedan ser descubiertas en el futuro en nuestro hemisferio”…
Trataremos de seleccionar algunas joyitas como ejemplos de los descubrimientos maravillosos en la historia antigua que pueden encontrarse en estos maravillosos volúmenes… Se nos instruye … que los comienzos de la civilización en este continente “fueron traídos a América por los descendientes recientes del patriarca Noé, quienes tomaron una dirección oriental, llegando a América, ya sea por el Estrecho de Bering o, después de navegar a través de la Polinesia, en la costa occidental de América Central y Perú”… Con respecto a la introducción de la cristiandad, se nos dice que “se pueden encontrar en América vestigios prehistóricos que apuntan a la presencia del apóstol Santo Tomás”… 
[Roo afirma que hay] inscripciones en una roca en la orilla del Potomac sobre la tumba de Syasi el Rubio, en la que podemos encontrar fragmentos de huesos y dos monedas bizantinas, “y estos interesantes artículos están ahora preservados en la Institución del Smithsonian, en Washington”, a pesar de que el profesor Joseph Henry, el secretario del Smithsonian, ya desde marzo de 1869, expuso el fraude y expuso al autor del mismo en la revista Historical Magazine…
El libro de Roo parece haber dejado de ser publicado después de la primera impresión, y no he encontrado ningún artículo académico que lo cite. De hecho, nadie lo cita excepto varios apologistas mormones, empezando con B. H. Roberts.

Entonces, la gran evidencia del Libro de Mormón, el libro del señor Roo, puede ser desechado como pseudo ciencia.

Segundo, Benyi, el joven de Arqueología Mormona, muestra un dibujo de Quetzalcóatl sosteniendo una cruz, y sugiere que este es el dios emplumado siendo crucificado. Pero no hay ninguna evidencia de que está siendo crucificado. De hecho, la cruz ni siquiera está en el suelo, sino que Quetzalcóatl la está levantando y llevando en su espalda. Tampoco es una cruz típica cristiana, en la que la parte inferior es más larga que las de los lados, y la superior es más pequeña que las otras tres. Esta cruz tiene los cuatro lados exactamente iguales. Según el libro Anales del Museo Nacional de México, volumen 2, p. 88,
se ve pues que Quetzalcóatl no introdujo el culto de la cruz cristiana. Las cruces que se encontraron sabemos ya que eran del dio de las lluvias o el árbol del sol; mas nunca un símbolo de redención ni la cruz de Cristo. El Quetzalcóatl cristiano, como leyenda, es un tipo admirable; pero la historia no puede admitirlo… 
Ningún signo de Nahui-Olin (el quinto sol), en los Códices, tiene la figura de cruz perfecta griega, como las que tiene Quetzalcóatl; siempre forma ese signo, dos ángulos agudos y dos obtusos, de suerte que nunca tiene la figura de cruz, la cual tiene cuatro ángulos rectos. Mas suponiendo que las cruces de Quetzalcóatl sean el signo del Nahui-Olin, este representa exclusivamente los cuatro movimientos del sol en el año de 365 días…”
Jacques LaFaye, en su libro Quetzalcóatl y Guadalupe, La formación de la conciencia nacional, explica que
Independientemente (al menos al principio) de la profecía que pasó por haber anunciado su llegada al Nuevo Mundo, los conquistadores y luego los evangelizadores creyeron observar en los templos, sobre las imágenes sagradas de los mexicanos y sobre los códices, signos que a sus ojos no podían provenir sino del cristianismo o del judaísmo. El más impresionante de esos signos fue la propia cruz… 
[U]n siglo más tarde, el franciscano López de Cogolludo, citando a Bernal Díaz, añadirá: “Se halló en este Reyno de Yucatán fundamento para poder presumir una evangelización de las Indias por los apóstoles y que no dio poco que considerar a los escritores antiguos, pues nuestros españoles, cuando en él entraron, hallaron cruces, y en especial una de piedra, relevada en ella una imagen de Cristo redentor nuestro crucificado, la cual está en nuestro convento de Mérida, y a quien veneraban los indios”. En efecto, las cruces de valor religioso eran bastante numerosas en el México antiguo. Una de las más conocidas, la de Palenque, era la estilización del árbol de la vida de los mayas. La cruz que Quetzalcóatl llevaba en la cabeza, al igual que otra del Códice Fejérvary-Mayer, sobre la cual está dibujado un personaje barbudo, era el símbolo de las cuatro direcciones del espacio, de los puntos cardinales, como correspondía al dios del viento, Quetzalcóatl-Ehécatl. Pero la complicada simbología religiosa de los antiguos mexicanos era impenetrable para los primeros españoles; o, más bien, sólo les decía algo analógicamente. Inclinados por una fuerte tradición judeocristiana, observaron, dándole primordial existencia, un símbolo (el de la cruz) significante para ellos, concediéndole una exagerada importancia, además de una significación errónea. Venidos de un mundo espiritual cerrado y exclusivo, no podían imaginar que una cruz pudiera tener otro origen y otro sentido que la cruz cristiana. Así, las cruces del antiguo México, muy diferentes unas de otras, fueron unificadas y llevadas a su esquema cruciforme, para ser interpretadas como los signos de una evangelización anterior. La cruz del manto de Quetzalcóatl, cruz de san Andrés, simbolizaba en realidad el principio dual, en el origen de los dioses y de los hombres. Al pie del templo de Ehécatl, en Calixtlahuaca, hay un monumento funerario, sobre planta cruciforme. De ahí se dedujo rápidamente una especie de ley de frecuencia, que revelaba la asociación de Quetzalcóatl y de la cruz. (Pp. 179-180)
Tercero, el enlace que se da al libro de Bartolomé de las Casas es al libro incorrecto. Tanto Benyi como Alvaro dan una referencia al libro Apologética historia de las indias, aunque la cita dada solo parece encontrarse en sitios pro mormones. Pero aun suponiendo que la cita fuera confiable, eso no demuestra nada, ya que el mismo Bartolomé de las Casas es una fuente sospechosa.

Ya en 1609, Garcilaso de la Vega escribió que
La manera que nuestros españoles tenían para escribir sus historias era que preguntaban a los indios en lengua castellana las cosas que de ellos querían saber: los farautes, por no tener entera noticia de las cosas antiguas y por no saberlas de memoria, las decían faltas y menoscabadas o mezcladas con fábulas poéticas o historias fabulosas. Y lo peor que en ello había era la poca noticia y mucha falta que cada uno de ellos tenía del lenguaje del otro, para entenderse al preguntar y  responder. Y esto era por la mucha dificultad que la lengua indiana tiene y por la poca enseñanza que entonces tenían los indios de la lengua castellana, lo cual era causa que el indio entendiese mal lo que el español le preguntaba y el español entendiese peor lo que el indio le respondía. De manera que muchas veces entendía el uno y el otro en contra de las cosas que hablaban, otras muchas veces entendían las cosas semejantes y no las propias y pocas veces entendían las propias y verdaderas. En esta confusión tan grande el sacerdote o seglar que las preguntaba tomaba a su gusto y elección lo que le parecía más semejante y más allegado a lo que deseaba saber, y lo que imaginaba que podría haber respondido el indio. Y así, interpretándolas a su imaginación y antojo, escribieron por verdades cosas que los indios no soñaron, porque de las historias verdaderas de ellos no se puede sacar misterio alguno de nuestra religión cristiana…  
[L]o que dicen que Icona es Dios Padre y Bacab Dios hijo, Estruac Dios Espíritu Santo y que Chiripia es la Sanctísima Virgen María y Ischén la bienaventurada Santa Ana, y que Bacab, muerto por Eopuco, es Cristo Nuestro Señor, crucificado por Pilato, todo esto y otras cosas semejantes son todas invenciones y ficciones de algunos españoles que los naturales totalmente las ignoran. (Historia de la conquista del nuevo mundo, tomo 1, pp. 104-5)
Brant Gardner, apologista mormón, publicó un artículo en la revista Sunstone intitulado

La Cristianización de Quetzalcoatl: Una historia de metamorfosis


La religión azteca antes de la conquista era un mosaico vibrante de deidades y prácticas entretejidas, pero de todo ese panteón, solo un dios nativo es bien conocido en todo el mundo: Quetzalcóatl. Desde los tiempos en que Cortez fue saludado como Quetzalcóatl que estaba regresando, el mundo occidental ha estado fascinado con esta deidad azteca. La anomalía de un legislador blanco y barbado que enseñó cultura y bondad ha sido tan intrigante que muchos han pensado que tenía que ser un extranjero que había traído un nuevo mensaje a los nativos. Dos décadas después de la conquista, Quetzalcóatl fue identificado con Santo Tomás, el apóstol errante. Desde esa época, Quetzalcóatl ha sido descripto como un vikingo, un explorador chino, un extraterrestre, Moisés y Jesucristo. De manera similar, la mayoría de los mormones asumen que las leyendas de Quetzalcóatl eran simples recuerdos distorsionados de la visita de Cristo al Nuevo Mundo tal como se describe en el Libro de Mormón.

La identificación de Quetzalcóatl con Cristo o cualquier otra figura no india depende de una serie de características que aparecen en fuentes nativas. Se dice que Quetzalcóatl había sido un legislador benevolente que proveyó la base moral de la sociedad; era blanco, tenía una barba y llevaba una larga túnica blanca, y se fue con una promesa de regresar y reinar otra vez. Mientras que todas estas características tienen raíces en leyendas nativas, cada una de ellas ha sido alterada por las presiones de la conquista. Los aspectos más sorprendentes de estas características, las que sugieren que la leyenda se refiere a la visita de Cristo, son elaboraciones españolas sobre leyendas nativas. Las historias originales, tanto como puedo reconstruirlas, no apoyan la identificación de Quetzalcóatl con ningún visitante extranjero.

Marcelino Penuelas ha descrito vívidamente el proceso que cristianizó a Quetzalcóatl: “En vez de explicar el mito, las más o menos sólidas explicaciones de quienes pueden ser llamados mitófilos, mitófobos y mitomaníacos agregaron gasolina al fuego que produjo el halo de su misterio” (Cuadernos Americanos, 133:89). En este caso, las observaciones originales de las creencias nativas estaban solo un poco distorsionadas, pero cada escritor subsiguiente ha, en su propio modo, alterado la leyenda para satisfacer sus propios intereses…

Influencias muy sutiles estaban actuando para predisponer a ciertos españoles para que vieran influencias bíblicas en las costumbres de los nativos.

En The Aztec Image in Western Thought, Benjamin Keen ha estudiado la literatura de temas aztecas y encontró “un vínculo entre la posición de los escritores españoles sobre las políticas indias y sus actitudes hacia la civilización azteca” (p. 77). En otras palabras, su política estaba influenciando su perspectiva de la sociedad azteca. Esas actitudes políticas tienen una relevancia directa en la historia de Quetzalcóatl después de la conquista.

Mientras que el Nuevo Mundo estaba enredado en los aspectos pragmáticos de la conquista, las cortes de España estaba en conflicto por las controversias intelectuales y morales sobre la relación apropiada entre España y los habitantes del Nuevo Mundo. La humanidad misma de las poblaciones indígenas del Nuevo Mundo estaba en cuestión. Si los indios eran vistos como subhumanos, entonces podían ser explotados. Si eran, de hecho, humanos, la obligación era de tratarlos como tales e ilustrarlos.

Los defensores más vocales de la causa india eran los sacerdotes, y los paralelos con la religión bíblica en las costumbres nativas era una característica de sus escritos. Ellos especularon por impreso que estos elementos sobrevivientes demostraban que los indios una vez habían sido verdaderos creyentes, pero que habían caído de la gracia. La tesis implícita era que su aceptación previa de la religión verdadera era prueba tangible de que los nativos eran humanos.

Este trasfondo en la literatura sobre los aztecas subraya una división importante en la manera en que los cronistas tempranos reportaron las leyendas de Quetzalcóatl. Los escritores anti indios se limitaron al ídolo físico y a los sacrificios hechos en su honor. Con la excepción de Cervantes de Salazar, ninguno de estos mencionaron al héroe cultural cuyas leyendas se habían hecho tan famosas. Esas leyendas solo pueden encontrarse en los autores pro indios que habían dirigido su interés a un nativo cristianizado. Esta motivación subyacente modifica la historia de Quetzalcóatl. Al final, los cambios transformaron tanto al original que una deidad nueva fue creada y una leyenda nueva nació.

La motivación subconsciente de cristianizar a Quetzalcóatl es evidente en las alteraciones de su ropa. Quetzalcóatl es descripto usualmente vistiendo una túnica blanca que llegaba a sus tobillos. Mientras que esto es muy llamativo al contrastarlo con los taparrabos usados por la mayoría de los nativos, no es una prenda de vestir extranjera. Además del taparrabos, los nativos varones usaban una especie de capa llamada tilmatli, la cual era una especie de tela bajo el brazo derecho atada con un nudo sobre el hombro izquierdo. El estilo más común llegaba un poco más debajo de las canillas, pero los de rangos sociales más altos las usaban más largas. Solo los hombres de mayor importancia podían llevar un tilmatli que  llegara a los tobillos. Quetzalcóatl claramente calificaba para ese privilegio.

Cuando este tilmatli entró en la literatura española, fue etiquetada como ropa o túnica. De allí en adelante, la conexión con la prenda nativa se perdió. Una vez que la palabra descriptiva era principalmente española, la connotación de la prenda siguió las convenciones españolas en vez de las aztecas. El cambio de una prenda cuadrada que se ataba sobre el hombro a una ropa europea con mangas fue simple y directo. La prenda de Quetzalcóatl perdió su forma original de una manera tal que la “Relacio de Genealogia”, un documento de alrededor de 1532, decía que estas ropas eran como “los vestidos de España” (Nueva Colección de Documentos para la Historia de México, 3:243). El punto culminante en este proceso de cristianización se dio cuando Torquemada, en 1615, reportó que Quetzalcóatl estaba vestido en un hábito de fraile (1:254-5).

Si era políticamente conveniente para los españoles que las prácticas nativas se relacionaran con la cristiandad, era aún más pragmático para los nativos seguirles el juego. El proceso de cristianización pronto se convirtió en una calle de ida y vuelta, en la que los españoles no solamente modificaron las leyendas nativas para que encajaran en el molde cristiano, sino que los nativos usaron esos moldes cristianos en sus propias leyendas, y se las vendieron a los españoles.

El padre Diego de Durán recibió el siguiente reporte de un nativo:
… preguntado a otro yndio biejo la noticia que tenía de la yda de Topiltzin [otro nombre de Quetzalcóatl], me empeçó a relatar el capítulo catorce del Exodo, diciendo que el Papa [Quetzalcóatl] avia llegado a la mar con mucha gente que le seguía y que avia dado con un baculo en la mar y que se avia secado y hecho camino y que entró por allí el y su gente y que sus perseguidores avian entrado tras el y que se avian vuelto las aguas a su lugar y que nunca mas avian sabido dellos; y como bí que avia leydo donde yo y donde yba aparar, no me dí mucho por preguntalle por que no me contasse el Exodo, de que le sentí tener noticia y tanta que fue a dar en el castigo que tuvieron los hijos de ysrrael, de las serpientes, por la mormuracion contra Dios y Moysen (Historia de las Indias de Nueva España e islas de la tierra firme, 1:76).
Duran está incuestionablemente en lo correcto al asumir que esta narrativa repite la historia del Éxodo, pero también es, interesantemente, paralela a la leyenda nativa de Quetzalcóatl. Quetzalcóatl toma un número de gente con él en algunas versiones, él llega al mar y cosas milagrosas ocurren. Quetzalcóatl también está vinculado con la serpiente. Todos estos puntos parecen haberle permitido al informante correlacionar esta particular historia bíblica con Quetzalcóatl. Pero lo importante es que el nativo relató la historia como parte de la historia de Quetzalcóatl. Las mismas fuerzas que llevaron a los españoles a elegir aspectos similares a los cristianos de las costumbres nativas también llevaron a los indios a modificar sus propias leyendas para que encajaran más con el cristianismo.

La naturaleza benevolente de la religión de Quetzalcóatl es una faceta del mito que fue transformado tanto por los indios como por los españoles. Los informantes nativos de Sahagun eran hombres que conocían bien su propia cultura, pero que fueron educados por los españoles y que estaban muy familiarizados con el catolicismo. Ellos enfatizaron que los toltecas, la gente de Quetzalcóatl, adoraron solo a un dios. Pocas lecciones enseñadas por los españoles eran más estridentes que su insistencia en un dios y un dios solo. Los ídolos nativos habían sido exterminados y las fuerzas de la cultura española insistieron en la tremenda importancia de este principio cristiano. Aun así, la afirmación nativa de una antigua adoración a un solo dios no era tan sospechosa cuando no era seguida por una lista de dioses venerados por los toltecas, una lista compilada por esos mismos informantes.

Otro texto nativo temprano, los Anales de Cuauhtitlan, es más explícito sobre la relación de Quetzalcóatl y otros dioses. Hablando del mismo Quetzalcóatl, “dicen que, idolatrado, él rezó en los cielos y que invocó a Citlalyncue, Citlallatonac, Tonacacihuatl, Tonacatecutli, Tecolliquenqui, Yeztlaquenqui, Tlallamanac y Tlallichcatl" (Codice Chimalpopoca).

Incluso de mayor importancia es la afirmación de que Quetzalcóatl nunca participó en sacrificios humanos. Andrés de Olmos fue uno de los doce sacerdotes originalmente enviados a México, y uno de los grandes etnógrafos tempranos. Un pasaje que se le atribuye contiene esta descripción de a religión de Quetzalcóatl:
Nunca admitió sacrificios de la sangre de humanos ni de animales y prefería los de pan y rosas, flores y perfumes, y de olores. [También] miraba y prohibía con mucha eficacia las guerras, robos, muertes y otros perjuicios que se hacían entre ellos. Cuando las guerras eran mencionadas ante él, u otras maldades y males de los hombres, él daba vuelta la cara y se cubría los oídos para no oírlo ni verlo (Bartolome de las Casas, Apologetica Historia Sumaria, 1:644.)
Un hombre cristiano nunca permitiría sacrificios humanos, y los escritores nativos de los anales indican que había un conflicto sobre la práctica que llevó a Quetzalcóatl a irse de Tulla. A pesar de estas importantes fuentes tempranas, parece que esta parte de la leyenda también pasó por un cambio cosmético que eliminó toda asociación con los sacrificios humanos.

Dos fuentes tempranas y muy importantes son la Histoyre du Mechique y la Leyenda de los Soles. En ellas se dan diferentes versiones de un episodio en la vida de Quetzalcóatl. En el relato de la Histoyre, los hermanos de Quetzalcóatl
regresaron para ver a Quetzalcóatl y le hicieron creer que su padre había sido transformado en una roca, y lo persuadieron a que sacrificara y ofreciera algo a esta roca, tal como leones, tigres, águilas, animales pequeños, mariposas, ya que él no podía encontrar esos animales. Y como él no quiso obedecerles, quisieron matarlo, pero él escapó de entre ellos y subió a un árbol, o algo semejante, encima de la misma roca y les tiró flechas y los mató a todos. Habiendo hecho esto, otros vinieron buscándolo con honores y tomaron las cabezas de sus hermanos y vaciaron las calaveras para hacer vasos de beber (pp. 113-4).
Esto es muy diferente al Quetzalcóatl de los frailes que se cubría los ojos y los oídos para que no le recordaran de la muerte. Aun más importante es el relato del Leyenda:
Sus tíos se enojaron mucho y luego se fueron, Apanécatl caminando por delante, y enseguida subió inútilmente pero Ce Acatl [otro nombre de Quetzalcóatl] se levantó y le quebrantó la cabeza con un vaso de barro muy liso; por eso cayó hacia abajo. Inmediatamente [Quetzalcóatl] atrapó a Solton y Cuiltron. Las bestias soplaron en el fuego y él los mató rápido. Ellos se juntaron, cortaron un poco de su carne, y… les abrieron los pechos (Teogonia e Historia de los Mexicanos, p. 125).
Si bien el sacrificio humano no es mencionado explícitamente, las indicaciones son abrumadoras. No solo les abrieron los pechos, supuestamente para sacarles el corazón, sino que el fuego también nos recuerda de una forma azteca de sacrificios humanos. Con estas historias de fondo, no es sorprendente encontrar que la ciudad más importante de Quetzalcóatl entre los Mayas, Chichen Itza, está impregnada de iconografía de sacrificios humanos.

La mejor hipótesis para explicar los relatos tempranos del horror que Quetzalcóatl siente por los sacrificios humanos es que las leyendas nativas fueron transformadas conscientemente por los indios para mejorar su situación frente a sus amos españoles. En el centro de México esta influencia pudo notarse en la cristianización de la religión de Quetzalcóatl. El mismo patrón se repitió fuera de la región mexicana central, pero con un giro interesante. Entre los mayas, Quetzalcóatl se convierte en el chivo expiatorio en lugar del héroe. Según un informante nativo de Mérida, Yucatán, en 1581:
Dizese que los primeros pobladores de Chichenyza no fueron ydolatras, hasta que Kukalcan [el nombre maya de Quetzalcóatl] capitán mejicano entro en estas probincias  el cual enseño la ydolatria… [antes de que] tubieron noticia de un criador de todas las cossas, dela criacion del cielo y de la tierra, y de la cayda de lusifer de la ynmortalidad del anima y del cielo y del ynfierno y del dilubio jeneral (Cristobal Sanchez, Colección de documentos inéditos, relativos al descubrimiento, conquista y organización de las antiguas posesiones Españolas de Ultramar, p. 271).
Si no tenemos en cuenta los nombres, la historia es paralela a muchas otras de México central. La gente más antigua sabía de la religión cristiana y eran exactamente el tipo de gente que los sacerdotes estaban buscando. Lamentablemente, algún diablo vino y los forzó a cambiar. Es claro que esta es una historia contada bajo los dolorosos dictados de la conquista, y que los actores en este drama fueron cambiados para acomodar los intereses regionales.

Tal vez el aspecto más confuso del mito es la referencia a un Quetzalcóatl blanco. El ídolo del dios siempre fue pintado de color negro, y no sé de ningún texto nativo o español temprano que mencione específicamente una piel blanca. No he podido encontrar el punto en el que ese concepto entra en la leyenda, pero es claro que no es parte de la información importante en el tiempo de la conquista.

Puedo ofrecer solo una fuente posible para este tema. Quetzalcóatl es asociado con el oeste, el cual, en el simbolismo azteca, es de color blanco. Por lo tanto Quetzalcóatl es blanco como indicación del oeste, tal como otras deidades son rojas, azules y negras cuando se las asocia con las otras direcciones cardinales.

Se puede argumentar que la elevación de Cortez a la condición del Quetzalcóatl regresado era a causa del color de su piel, pero la evidencia temprana no apoya esta conclusión. Los españoles fueron venerados como dioses, pero según Sahagun, los esclavos negros que llegaron con ellos también fueron llamados dioses. Claramente, la piel negra no era un requisito para la deificación. Los españoles eran dioses por virtud de sus naves milagrosas, las cuales parecían ser templos flotantes, y por sus palos que escupían truenos y fuego y que causaban que los árboles se cayeran. Era el milagro de quienes eran más que su color quienes activaron la imaginación de los nativos.

En Visiones de los vencidos, Miguel Leon-Portilla reporta sobre uno de los pocos comentarios por parte de los aztecas con respecto al color de piel de los españoles, el cual dice simplemente ”su piel es muy blanca, más que la nuestra” (p. 12). Todas las referencias de Quetzalcóatl como un dios de piel blanca parecen ser rastreadas a nuestra propia inclinación cultural de vincular al blanco con el color de piel.

Al remover las influencias españolas, Quetzalcóatl se convierte otra vez en un dios muy azteca, incluyendo en sí la dualidad de lo bueno y lo malo que caracteriza al panteón azteca. El clima moral y político de la conquista generó presiones que seleccionaron ciertas facetas de la tradición nativa y que la presentaron en una manera que la hacía parecer cristianas. Los padres cristianos tempranos encontraron evidencias debajo de cada árbol, pero ninguna rama produjo más frutos que Quetzalcóatl.

Los siglos que han pasado han expandido esos temas hasta el punto de que nuestros conceptos populares de la deidad han reemplazado al entendimiento nativo sobre su propio dios. Personalmente, estoy satisfecho de que una reconstrucción del Quetzalcóatl nativo no deje lugar para identificarlo con ninguna de las sugerencias populares [que vinieron más tarde]…

Mientras que lamento la muerte de una figura popular del folklore occidental, encuentro que el Quetzalcóatl nativo es igualmente fascinante y desafiante. La cristianización de Quetzalcóatl es simplemente el capítulo final en la larga historia de una de las tradiciones religiosas más importantes del hemisferio occidental. Cuando ya no tratemos de averiguar quién no es, tal vez su verdadera historia pueda ser contada.

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